¡Que te fulfe un pollo!
Esto no es producto de tu imaginación. Sí, El Vomitorio reabre sus puertas para desgracia de productores y lectores de blogs en general que ven en este hito como una amenaza global al intelecto humano. En efecto, el calor y el aburrimiento han acabado por empujar a un servidor a desvariar nuevamente por internet. Eso sí, váyase usted a saber hasta cuando, que este negocio es caprichoso.
Para inaugurar tan glorioso regreso tenemos el gusto y el honor de presentar a la primera o segunda o innecesaria parte de El Código da Vinci, Ángeles y Demonios. Antes de nada sí, tiene tiempo la peliculita, pero es lo que hay. El caso es que esta precuela literaria y secuela cinematográfica me ha sorprendido gratamente ya que me esperaba un tostón de proporciones bíblicas como su antecesora. No negaré que Ron Howard ha sido un director que con el tiempo se me ha caído del pedestal en el que nunca le puse y nunca he terminado de comprender cómo puede tener tanto galardón. Sin embargo, con Ángeles y Demonios ha logrado un producto potable, aunque tampoco se puede ser demasiado generoso.
Howard, nuevamente acompañado de Tom Hanks, ha dispuesto un buen ritmo narrativo. Más bien uno se aventuraría a decir que es una buena ópera que mantiene un ritmo constante y logra divertir al espectador. Hasta ahí todo bien, pero a esto no es a lo que debería aspirar una producción de este calibre. El buen ritmo de la película se ha construido a base de sacrificios. Estos sacrificios han afectado principalmente a los personajes, que son meros títeres sin personalidad a las órdenes de un guión cuyo principal reclamo es ir enroscando una y otra vez la tuerca hasta forzarla en exceso. Así, uno preencia con cierto asombro como un villano superinteligente pasa a ser pánfilo en segundos o un inocente prelado puede mover hilos en el Vaticano sin sospecha alguna. Y hasta aquí puedo leer, para que no me amenacen las productoras.
Por otra parte, sospecho que mi buena impresión de la película puede deberse en gran parte a no haber leído, al contrario que en la anterior entrega, la novela homónima. No en vano, la historia de Ángeles y Demonios, al igual que pasa con cualquier película de Shyamalan, tiene toda su gracia en la traca final y, una vez conocido el desenlace, pierde todo interés para el espectador. Así que recomiendo a los lectores del libro que si no se quieren aburrir, mejor eviten ir a l cine a ver ésta cinta de Ron Howard.
Poco más que añadir a esta sosa reaparición del blog. Quizá haya que descargar dentro de poco artillería pesada y hacer un especial sobre Uwe Boll, pero aún tengo cierto aprecio por mis neuronas y, además, me tienen que durar al menos para jun par de entradas más. De todos modos, si veis a alguien echando espuma por la boca mientras grita y se da de cabezazos, sabréis que ha visto a Uwe Boll.
Bostezómetro 3/10
Encábronómetro 5/10
Esto no es producto de tu imaginación. Sí, El Vomitorio reabre sus puertas para desgracia de productores y lectores de blogs en general que ven en este hito como una amenaza global al intelecto humano. En efecto, el calor y el aburrimiento han acabado por empujar a un servidor a desvariar nuevamente por internet. Eso sí, váyase usted a saber hasta cuando, que este negocio es caprichoso.
Para inaugurar tan glorioso regreso tenemos el gusto y el honor de presentar a la primera o segunda o innecesaria parte de El Código da Vinci, Ángeles y Demonios. Antes de nada sí, tiene tiempo la peliculita, pero es lo que hay. El caso es que esta precuela literaria y secuela cinematográfica me ha sorprendido gratamente ya que me esperaba un tostón de proporciones bíblicas como su antecesora. No negaré que Ron Howard ha sido un director que con el tiempo se me ha caído del pedestal en el que nunca le puse y nunca he terminado de comprender cómo puede tener tanto galardón. Sin embargo, con Ángeles y Demonios ha logrado un producto potable, aunque tampoco se puede ser demasiado generoso.
Howard, nuevamente acompañado de Tom Hanks, ha dispuesto un buen ritmo narrativo. Más bien uno se aventuraría a decir que es una buena ópera que mantiene un ritmo constante y logra divertir al espectador. Hasta ahí todo bien, pero a esto no es a lo que debería aspirar una producción de este calibre. El buen ritmo de la película se ha construido a base de sacrificios. Estos sacrificios han afectado principalmente a los personajes, que son meros títeres sin personalidad a las órdenes de un guión cuyo principal reclamo es ir enroscando una y otra vez la tuerca hasta forzarla en exceso. Así, uno preencia con cierto asombro como un villano superinteligente pasa a ser pánfilo en segundos o un inocente prelado puede mover hilos en el Vaticano sin sospecha alguna. Y hasta aquí puedo leer, para que no me amenacen las productoras.
Por otra parte, sospecho que mi buena impresión de la película puede deberse en gran parte a no haber leído, al contrario que en la anterior entrega, la novela homónima. No en vano, la historia de Ángeles y Demonios, al igual que pasa con cualquier película de Shyamalan, tiene toda su gracia en la traca final y, una vez conocido el desenlace, pierde todo interés para el espectador. Así que recomiendo a los lectores del libro que si no se quieren aburrir, mejor eviten ir a l cine a ver ésta cinta de Ron Howard.
Poco más que añadir a esta sosa reaparición del blog. Quizá haya que descargar dentro de poco artillería pesada y hacer un especial sobre Uwe Boll, pero aún tengo cierto aprecio por mis neuronas y, además, me tienen que durar al menos para jun par de entradas más. De todos modos, si veis a alguien echando espuma por la boca mientras grita y se da de cabezazos, sabréis que ha visto a Uwe Boll.
Bostezómetro 3/10
Encábronómetro 5/10
2 comentarios:
Me alegro de que recuperes el blog!!!
Era original y yo creo que de los más serios que conozco... a ver si lo plagio y en critikalia hacemos algo parecido, ya que ya no sé cual es la linea ideologica tanto de imperioeterno y de critikalia, hahahaha son blogs de todo un poco!!!
pues a mi me encanto
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